¿Cómo nació DocToDoctor?
Con la necesidad de conservar la memoria médica acumulada. Los médicos tenemos en el móvil mucho material sensible, que no es apto casi para ningún ojo excepto el nuestro. Un día, durante una comida familiar le dejé el teléfono a mis hijos para que jugaran y lo tomó alguien más mayor que tuvo acceso a algunas fotos relacionadas con mi trabajo. Esa fue la gota que derramó el vaso para pensar en hacer algo. La información que almacenamos los médicos en nuestros móviles, y que podemos compartir por WhatsApp y otras redes, no es segura.
De modo que perfilé muy bien lo que quería, conversé con un amigo informático que me ayudó a orientar mejor el proyecto y luego busqué una empresa que lo pudiera llevar adelante, con la que trabajamos dos años para el desarrollo.
¿En qué consiste la app?
DocToDoctor intenta ser una herramienta para que lo médicos podamos guardar nuestra memoria visual, fotográfica y de datos, de los pacientes con los que tratamos. Ya no llevamos las notas en una libretita sino en nuestros móviles, pero lo estamos haciendo de una forma totalmente irregular.
El objetivo es que sea una herramienta útil para los médicos e hipersegura. Quizás nos hemos pasado de seguridad, pero nos ajustamos a la ley europea de protección de datos.
¿Cuáles son las prestaciones, qué es lo que permite la app concretamente?
Lo primero que permite es pedirle permiso al paciente y registrarlo, que es lo que la ley europea obliga. Se le pide consentimiento para guardar sus datos, que pueden ser datos clínicos como fotografías de su proceso médico. La ley lo explica bien claro: la imagen del paciente es parte de su dignidad, por más que sea su hígado y nadie lo podría reconocer, sigue siendo suyo y tiene la libertad de decir que no desea que se utilice su imagen. Esa libertad es un avance en los derechos del individuo respecto a los manipuladores de datos, porque no sabemos dónde se puede guardar esa información en el futuro. No sabemos si registrar quién tiene una enfermedad resultará un problema para nuestros nietos. En la app, los datos del paciente son anónimos y la información clínica no se asocia a ninguna persona en concreto.
Otra parte fundamental de este trabajo es que está dirigido exclusivamente a los profesionales sanitarios. Son los médicos los que tienen que garantizar esta información. Es una empresa ética, nunca vamos a vender los datos, ni publicidad. Solo los vamos a conservar por el tiempo que el usuario desee.
Y el otro punto es que la app obliga a reforzar algo que se va perdiendo con el tiempo: la relación entre el médico y el paciente. El papel del médico se está desdibujando y la relación con el paciente también. La app está diseñada para que el médico le pida permiso al paciente y le diga que él, en su móvil, va a guardar una serie de informaciones.
Por lo general las personas tienen confianza en el médico que eligen (en los casos que pueden hacerlo), pero: ¿qué resultados está dando ese pacto médico-paciente en el poco tiempo que lleva la app? ¿La gente está más alerta a compartir sus datos personales?
El reglamento de protección de datos dice que esa confianza normal se debe acreditar. Nosotros hemos puestos dos formas de hacer ese consentimiento: una es una grabación de audio, un contrato verbal que lee primero el facultativo y luego el paciente lo acredita. Si el paciente está de acuerdo el usuario lo valida como legítimo, y eso se cifra y se envía a un servidor de datos donde va a estar inaccesible. Por otra parte, hay un contrato escrito en donde sí aparecen los datos del paciente. El paciente tiene derecho a consulta, modificación o borrado de la información cuando desee. Todo está codificado, hasta las fotografías, y cuando el usuario ingresa en el historial del paciente, no hay nombres ni datos personales.
Los médicos tenemos razones legítimas para guardar información, vemos algo y queremos comparar con el resultado de laboratorio; siempre por el bien del paciente. Yo doy clases en la universidad, y me encantaría poder enseñar todas las cosas que he visto a lo largo de mi carrera. Cada vez que aparece algo nuevo poder decir: "Yo he visto esto hace 20 años". Por ahora todo está en mi cabeza y no lo puedo sacar de ella. Pero si durante toda mi vida profesional hubiera podido registrar lo que he visto, sí que podría enseñar mucho mejor sobre mis experiencias.