La primera boya fue colocada en 2011 en Monte Hermoso, y se trató de la primera de América Latina capaz de medir tanta cantidad de variables. Hoy en día estas boyas se han instalado en unos 60 puntos de Argentina, en otros países como Uruguay y Portugal, y actualmente se realizan contactos con Chile. Sin embargo, Vitale subraya que el foco es Argentina: "hay muchísima falta de información. Todo ente público depende mucho de la importación de tecnología y los vaivenes económicos hacen que sea casi inadquirible. Y, si por alguna razón, tenés fondos y comprás la tecnología, después es inmantenible. En Argentina podés recorrer institutos y encontrar cosas que nunca se llegaron a instalar, porque cuando lo van a hacer precisás que venga el técnico de Nueva Zelanda. Todo eso nos impulsa a seguir fabricándolas".

Vitale entiende que la generación de información es fundamental para conocer los recursos de un país. "En la provincia de Buenos Aires hay algunas estaciones meteorológicas pero te vas a la Patagonia y la gente depende de estaciones que están a 100 km. Es sorprendente e indignante que semejante país no sepa la temperatura, caudal, nivel: la información de sus recursos. Que entes públicos dependan de alguien que una vez por mes va a mirar una regla. A esta altura la tecnología te permite otras cosas", indica.

El equipo diseñado por los investigadores argentinos es versátil y compatible con cualquier software y con sensores importados de cualquier tipo. Luego de la experiencia en las lagunas, la tecnología se adaptó al mar y el mes pasado los investigadores de CONICET instalaron una boya oceánica en el canal de Beagle en Usuahia. Próximamente instalarán otra en Mar del Plata que tendrá el objetivo de medir olas para un proyecto de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) que trabaja en la generación de energía a través de las olas.

Estos desafíos requirieron una evolución de la tecnología: "pasamos de una boya de fibra de vidrio a una boya oceánica en Usuahia de media tonelada, de hierro. La primera experiencia fue buena pero era tan pesada que no podíamos moverla, teníamos que contratar una grúa. Por otra parte, la cadena de 60 metros que la sostiene a un bloque de hormigón valía más que la boya y se tuvo que esperar otro año para conseguir fondos para poder comprar la cadena. Entonces, una vez más tuvimos que rediseñar con cascos de rotomoldeado que pesan 80 kg y los manejan dos personas. Esa es la boya que está flotando ahora en Usuahia y en Monte Hermoso. Tiempo después salió el proyecto de Mar del Plata y bajamos el peso a 40kg. En menos de un año cambiamos el diseño a un concepto más chico, más liviano y manejable. Se manda a fabricar con plasma rotomoldeado, se ordenan todas las piezas, se traen, se ensamblan y listo. Con lo cual ya deja de ser artesanal, pasa a ser industrializado con un diseño que creemos que nos va a dar un buen resultado a largo plazo.