La regulación que acaba de aprobar el parlamento europeo cambia en forma sustancial los criterios de protección de los datos de los ciudadanos europeos y pone a prueba a los gobiernos de América Latina.
En pleno crecimiento exponencial de las posibilidades del Big Data y el desarrollo de nuevas tecnologías basadas en el tratamiento de los datos personales, la Unión Europea tomó la delantera al elaborar una normativa única para sus 28 miembros focalizada en la protección de la privacidad y los datos de sus ciudadanos. La aprobación del texto ocurre en el contexto de las recientes filtraciones masivas de datos personales.
A pesar de la coyuntura, este reglamento no es reciente sino que entró en vigor el 25 de mayo de 2016 y dos años más tarde comienza a aplicarse plenamente.
De modo que, a partir del pasado 25 de mayo el Reglamento de Protección de Datos en Europa (RGPD o GDPR, por sus siglas en inglés) contempla la forma cómo las grandes compañías deben tratar la información de sus usuarios. Por primera vez se establecen normas sobre el derecho de las personas a saber quiénes y por qué están almacenando sus datos.
Uno de los principales cambios de la nueva ley es que, a partir de ahora, si una compañía desea obtener información de un usuario de la Unión Europea necesitará primero su consentimiento explícito. El cliente deberán autorizar tanto la recolección como el almacenaje, y el permiso debe ser específico para cada uso que se quiera hacer.
Además, el organismo tiene la obligación de informar sobre el plazo de conservación de los datos y las posibles transferencias internacionales.
Si el usuario desea alguna información sobre los datos que tiene una empresa en su poder, puede dirigirse a la institución o empresa, que tendrá la obligación de proveer copias gratuitas de sus datos. En el caso en que el usuario pida la baja del servicio, la institución o empresa deberá darla sin ningún obstáculo.
La nueva ley establece que debe ser tan fácil darse de baja como lo fue en su momento el alta del servicio. Los ciudadanos podrán solicitar que su nombre, una foto, una dirección de correo electrónico, datos bancarios, publicaciones en sitios web o redes sociales, información médica o una dirección IP sean eliminados cuando ya no sean necesarios, cuando se haya retirado el consentimiento o cuando estos se hayan recogido de forma ilícita.
La entidad tiene que responder las solicitudes en el plazo de un mes, aunque puede alargarse hasta dos meses para solicitudes complejas, siempre que se informe de la prórroga al interesado.